
Desgraciadamente, una de las relaciones más productivas en nuestra actualidad es la de la crisis tan popular y el periodismo. Casi han corrido más río de tinta en periódicos que en asesores de bolsa. El periodismo vende cánones estándares, valga la redundancia de los términos. Podrían verse como incompatibles, pues son sinónimos, pues no habría otra forma de describir el periodismo al que podemos acceder en la actualidad. Es el periodismo estándar, de los estereotipos, burgués y de las clases sociales. Es un periodismo que rechaza por completo la literatura. Es tan técnico, que se despersonaliza de una manera que solo nos puede arrancar una única y pobre emoción: indiferencia. ¡Muera Mariano José de Larra! ¡Larga vida a la desidia en la redacción!
Todo esto se ha agudizado aún más con el periodismo digital, ciudadano o como se quiera llamar. La reducción de fronteras de cara al lector en muchos aspectos, han hecho que se reduzca o se aliene de igual modo su esencia inicial. Al democratizarse de una manera tan absurda y radical los tiempos de producción periodística, lo único que se está consiguiendo es que en el mercado de la prensa no haya más que fotocopias de noticias. Todos los periodistas que se entienden como profesionales, siguen unos esquemas compositivos para así seguir el ritmo de demanda de un usuario malacostumbrado al “aquí y ahora”.
El X Congreso Nacional de Periodismo Digital celebrado en Huesca los pasados días 12 y 13 de marzo, viene a intentar reflexionar sobre este hecho. Verdaderamente aún existen profesionales que creen en una salvación del periodismo en internet, como Jorge Alcalde o Ramón Salaverría. Otros, como Jaime Armengol, director de El Periódico de Aragón, vuelven a incurrir en el error de relacionar periodismo y empresa. Debemos seguir las ponencias que relacionan al periodismo y la literatura, como defiende Antón Castro, José Andrés Rojo o Miguel Ángel Muñoz.
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