Blog sobre libros cuya temática son
las drogas y la subcultura que se crea a partir de ellas.

sábado, 28 de marzo de 2009

CAPÍTULO V: ALEJANDRO SAWA y Luces de Bohemia

LAS DROGAS EN LA LITERATURA ESPAÑOLA DECIMONÓNICA: EL ALCOHOLISMO Y EL ESPERPENTO


Ayer se celebraba el día internacional del teatro, y por todos los teatros del mundo se leía el manifiesto de Augusto Boal, dramaturgo brasileño. “Actores somos todos nosotros, el ciudadano no es aquel que vive en sociedad: ¡es aquel que la transforma!”, decía en su disertación acerca de su visión personal del teatro. La noche del día anterior, tenía lugar por las calles de Madrid una celebración muy acorde con el mundo del drama: la Noche de Max Estrella. Los bohemios y filibusteros que aún no han muerto a manos de la digitalización y las nuevas tecnologías y por las drogas de diseño, se unieron tomando las calles a golpe de sangría, vino barato y avinagrado y churros azucarados.

El recorrido, como todos los años, pasa por diversas localizaciones del Madrid literario: la casa de Fígaro, la de Lope de Vega, el callejón de los espejos, Casa Ciríaco, etc., hasta acabar en el Círculo de Bellas Artes. Estrictamente, sigue el recorrido que los dos personajes de la obra Luces de Bohemia, Max Estrella y Don Latino de Hispalis, realizan en una noche de borrachera. Es el Madrid que ha quedado como Meca de la Bohemia, gracias a Valle-Inclán.

Todas estas celebraciones cobran este año más sentido que nunca. En el 2009 se cumplen los cien años de la muerte del escritor Alejandro Sawa, el genuino, perfecto e inmortal Max Estrella. El escritor ciego, cómo sino de otra manera, que reflejó, sin ánimo de gloria, toda la sociedad española de la época, muy hermanada con la actual, de la forma más caricaturizada que pudo, gracias a su inseparable amigo, el aguardiente.

Retrató esa España a la que Mariano José de Larra había pegado un tiro, ese país que le quitó una vez un brazo a un escritor y más tarde a un duelista; esa nación de cobardes que se dejan gobernar por que es la única forma que tienen para unirse; esa patria que se excita con las botas castrenses y el aire marcial de los mostachos bien atemperados; en fin, esa nación que expulsa a poetas y a pintores, porque la única forma de regentar es tener por bandera la barbarie, la ignorancia y la potencia de las armas. No caben la sensibilidad, la creatividad ni la posibilidad de la diferencia.

Que no piense el lector que la actualidad ha cambiado mucho con respecto a esto. Sí, hay libertad. Pero hay un pacto tácito y silencioso para marginar al diferente, al extraño que no lee los éxitos del momento, para el que escupe sobre obras que versan sobre conspiraciones religiosas o sobre vidas que no son mucho más importantes que una partida de ajedrez. Son hombres, bohemios, que viven erróneamente en el pasado, precisamente porque todo su entorno les ha obligado a ello. Para todos ellos, Alejandro Sawa, divinizado ya allí donde moran las leyendas, tiene toda la eternidad para protegerlos, para cubrir con su mano temblorosa por el alcohol y el opio su causa sin sentido. A ellos, les ilumina desde la sombra.


MAX: Ayúdame a ponerme en pie.
DON LATINO: ¡Arriba, carcunda!
MAX: ¡No me tengo!
DON LATINO: ¡Qué tuno eres!
MAX: ¡Idiota!
DON LATINO: ¡La verdad es que tienes una fisonomía algo rara!
MAX: ¡Don Latino de Hispalis, grotesco personaje, te inmortalizaré en una novela!
DON LATINO: Una tragedia, Max.
MAX: La tragedia nuestra no es tragedia.
DON LATINO: ¡Pues algo será!
MAX: El Esperpento.
DON LATINO: No tuerzas la boca, Max.
MAX: ¡Me estoy helando!
DON LATINO: Levántate. Vamos a caminar.
MAX: No puedo.
DON LATINO: Deja esa farsa. Vamos a caminar.
MAX: Échame el aliento. ¿Adónde te has ído, Latino?
DON LATINO: Estoy a tu lado.
MAX: Como te has convertido en buey, no podía reconocerte. Échame el aliento, ilustre buey del pesebre belenita. ¡Muge, Latino! Tú eres el cabestro, y si muges vendrá el Buey Apis. Lo torearemos,
DON LATINO: Me estás asustando. Debías dejar esa broma.
MAX: Los ultraístas son unos farsantes. El esperpentismo lo ha inventado Goya. Los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del Gato.
DON LATINO: ¡Estás completamente curda!
MAX: Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada.
DON LATINO: ¡Miau! ¡Te estás contagiando!
MAX: España es una deformación grotesca de la civilización europea.
DON LATINO: ¡Pudiera! Yo me inhibo.
MAX: Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas.
DON LATINO: Conforme. Pero a mí me divierte mirarme en los espejos de la calle del Gato.
MAX: Y a mí. La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta, Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas.
DON LATINO: ¿Y dónde está el espejo?
MAX: En el fondo del vaso.
DON LATINO: ¡Eres genial! ¡Me quito el cráneo!
MAX: Latino, deformemos la expresión en el mismo espejo que nos deforma las caras y toda la vida miserable de España.



Azorín viene a decir en su obra La Guerrilla, que se representó en la noche de ayer en el auditorio Padre Soler de Leganés, que la historia de España se puede explicar por las emociones que te puede crear una rebanada de pan. Pan, opio y alcohol nos traen a la memoria a Alejandro Sawa. Y Valle-Inclán supo apreciar el puntal dramático que Sawa ofreció en su vida. Emilio Carrere había usado ya esa facilidad de las novelas pulp para mezclar humor, violencia y literatura tremebunda. Todos sus personajes están vistos desde una perspectiva brumosa por el humo del opio. Y los de Valle-Inclán, en cambio, se ven reflejados en el vaso vacío del alcohol.

Pata acabar, reivindicamos a los artistas de las palabras, pues son los que quedan, como puntos de luz inmortales, en la bruma de la historia, gracias al poder de las palabras:




1 comentario:

  1. Es verdad que resultan simpáticos los bohemios, pero por mi parte espero que el pobre Sawa no me ilumine mucho, y no es por su ceguera ni por el recuerdo del cuento aquel de don Juan Manuel en el que un ciego guía a otro y los dos acaban en el hoyo. No, no es eso; el sentimiento que despiertan en mí es el de cierta lástima por su final tan trágico, especialmente el de nuestros bohemios que llegaron al desastre de la Guerra Civil. Antes de eso Baroja los consideró como un hatajo de adolescentes talluditos. Sin embargo, en cuanto a fracasados permanentes, más que lástima siento una estrecha camaradería.
    Saludos
    Ricardo Signes
    (www.zapatosdeanteazul.com)

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