
Desde que Will Einser publicó Contrato con Dios, los cómics dejaron de verse como esas publicaciones semanales de los periódicos para el público infantil. Con esta publicación, se dejaban atrás la inocencia del cómic de El Prícipe Valiente, Flash Gordon o Rip Kirby. Se revolucionó la manera de expresar del cómic, usando la splash-page o las viñetas que mutaban con los personajes del interior. Se cambió la concepción del lenguaje del cómic. De este modo, otros autores años más tarde, traspasados por una época convulsa, del quiero y no puedo adolescente, agudizado por el paraíso libertario lleno de prohibiciones de los EE.UU., tomaron estos cómics y los transformaron en alegatos de la cultura apátrida, de la cultura fuera de los libros clásicos, de la cultura que bebía del rock, el jazz, el blues y las drogas, únicos elementos que los llenaban como personas. Estamos hablando del nacimiento de la cultura. Estamos hablando del padre del underground: Robert Crumb.

Herederos de Crumb tenemos a otra generación encarnada por Harvey Pekar, Marjane Satrapi o Joe Sacco o Art Spiegelman (este último, premio Pulitzer por su obra Maus), más comprometidos con la actualidad y más relacionados con el mundo en el que viven. A través de la historieta, estos autores critican y ponen de manifiesto una realidad, de forma que lo pudiese hacer un ensayista o un analista social. Lo único es que han escogido otro lenguaje para hacerlo tan digno como el literario.
El más destacado es Joe Sacco, que ha aglutinado el lenguaje y la profesión periodísticas con las formas y técnicas del noveno arte. Su obra más aclamada es Palestina, una crónica al más puro estilo de reportaje sobre la Guerra Árabe-Israelí, pero sus inicios se asemejan más a los de Crumb. En su obra El rock y yo, hace una crítica mordaz sobre el mundo del rock y las drogas, con el humor característico de Mr. Natural. Esta generación de artistas ha venido a renovar no solo el mundo del cómic, sino el mundo de la cultura en general, abriéndonos los ojos a nuevas maneras de entender la realidad.
